FINAL COPA LIBERTADORES DE AMERICA 1963
SANTOS VS BOCA JUNIORS
http://museorefineria.blogspot.com/2010_11_01_archive.html
Vamos a hablar de una revista que se repartía en la cancha, y que era algo más que una simple revista dominical.
Transmitía "en directo" los resultados de los partidos de AFA, sin decir una sola palabra...
En el estadio había un tablero con claves alfanuméricas. Era de chapa, y de él colgaban números y cifras.
Un problema del hincha es saber cómo les fue a los otros equipos, sobre todo cuando la suerte del cuadro propio depende de ajenos resultados. Para eso estaba el tablero.
A Roberto Traversa, fundador de la revista porteña Alumni, se le ocurrió colocar un soporte gigante de chapa negra, de donde colgaban carteles bien
Corría el año 1932, y el fútbol ya era profesional, aunque la revista llevaba el nombre de un viejo club amateur.
Alumni era una revista modesta, de pocas páginas y tapa a dos colores. En ella se comentaban los partidos, la perfomance de los equipos y el comportamiento de jugadores de las distintas divisiones de la AFA.
Para ganar más dinero, o asegurarse la venta de la revistita, se colocó el tablero que "cantaba" los goles.
La clave no se sabía en la cancha, y cambiaba cada domingo, para saberla había que comprar la revista.
Aquí al lado vemos la clave: Rosario Central es la Y para ese domingo, y Newell´s la U.
En sus mejores días, el cartel se había complejizado considerablemente, con colores y chapas alternativas que se superponían unas a otras, indicando autor del gol, expulsados, goles errados y penales, cada una con su código, cantidad y color. Dado que el tablero era de superficie limitada, las chapas se superponían, cambiando rápidamente para dejar ver los resultados. Lógicamente, comprada la revista con la clave, el hincha se veía rodeado por cien personas que querían leerle, por sobre el hombro, el oculto jeroglífico en posesión del lector.
Si bien es una anécdota, es interesante ver como este sistema –algo parecido a un telégrafo- necesitaba de una coordinación importante.
Un telefonista accedía al dato, y a pura memoria subía heroicamente al cartel, allí cambiaba la chapa.
Cada vez que Central hacía un gol, por ejemplo, pasaba el dato a Buenos Aires. Una red de telefonistas-gimnastas estaba en contacto permanentemente, por dos horas. Un operador on-line, en cada estadio, era inevitable. Los teléfonos, a dínamo y ficha, eran ideales para eso, pero se necesitaba una atención constante. Podían hacerse dos goles con pocos segundos de diferencia, y eso complicaba todo. La experiencia del operador era fundamental.
El sistema pervivió hasta los años 60, ya que la llegada del receptor portátil de radio (la Ranser y la Spica, con audífono) volvió inútil el sistema, reducido en el último tiempo a lo meramente decorativo. En Buenos Aires incluso el dato de Alumni se pasaba por la radio, según se comenta.
A pesar de la decadencia, un pico de ventas fue en 1964, cuando se produjo un problema económico entre la AFA y las emisoras radiales.
Sin datos, el hincha compró masivamente la revista nuevamente, y como nunca. Fue un récord de Alumni, triplicando su venta habitual.
http://datagrana.wordpress.com/2009/07/17/alumni-el-codigo-del-futbol/
Durante más de tres décadas, un tablero de chapa en cada estadio y un periódico deportivo con códigos para descifrarlo le permitieron a la afluencia conocer los resultados parciales de los encuentros que se disputaban en simultáneo. El sistema impuesto por la revista que ostentó el nombre del equipo más representativo del período amateur en Argentina nació con el profesionalismo y prescribió con el surgimiento de la “Spica”. En Lanús, estaba ubicado en el codo que hoy une la platea de la calle Fray Mamerto Esquiú con la cabecera lindera al complejo polideportivo.
Desde que fue a la cancha por primera vez, el 29 de mayo de 1932, no faltó ni un sólo domingo durante treinta y seis años. Allí, arriba, en el rincón más visible de cada estadio, el hombre colgaba las chapas teñidas de pintura al agua y enchufaba el teléfono mientras esperaba el arranque de los partidos de tercera división.
Ese personaje -había uno por estadio- era el valiente tablerista de la revista Alumni, quien notificaba los sucesos de la fecha al tiempo que se celebraban los partidos en uno y otro escenario. Durante los más de noventa minutos de juego, el informante recibía en su teléfono a magneto con manivela de hierro, llamadas provenientes del edificio de redacción de la revista, en las que le informaban con detalles los goles que se convertían en los otros encuentros para que el intrépido los volcara prestamente en el tablero ajedrezado.
Los teléfonos a manivela habían sido diseñados sobre el final del siglo XIX para establecer comunicaciones entre dos usuarios desunidos por un trayecto efímero. El emisor debía virar la manija y con tal movimiento generar una corriente de electricidad hasta activar un timbre en la central operadora. Al momento, una interlocutora instalada delante de un cuadro de distribución telefónico contestaba la señal y el interesado requería la conexión con el receptor a gusto.
Cada una de estas telefonistas estaba provista de un receptor y un transmisor, sostenidos en posición por razón de una lámina o casquete, resultando de tal manera las manos libres. El frente del cuadro estaba perforado por un importante conjunto de orificios pequeños llamados “jacks” (“enchufe” en inglés) acompañados por una diminuta lámpara eléctrica. Cada abertura representaba el tramo final de las líneas telefónicas.
Entre el operador y la cara vertical del cuadro surgía un estante estrecho, del que despuntaban cientos de terminales con extremidades de latón. Estas eran nombradas “clavijas” e iban ensambladas a los cabos de cordones flexibles para establecer la comunicación final.
Durante treinta y siete certámenes oficiales regidos por la Asociación del Fútbol Argentino -el torneo de 1936 se disputó en dos etapas-, los entusiastas que asistían a los estadios dependieron casi de modo exclusivo de este singular y complejo sistema patentado por el fundador de Alumni, Lorenzo Traverso, para conocer los demás resultados de la jornada futbolera.
A sencilla vista, el célebre tablero constaba de un panel enmarcado en hierro dividido en cuarenta y cinco casilleros rectangulares -nueve horizontales y cinco verticales- que a excepción de la quinta columna eran ocupados por una letra o un número, habitualmente trazado en negro sobre una base blanca. Para descifrar la ecuación sólo había que acudir a la clave incluida en las páginas centrales de la revista, que se adquiría a 20 centavos moneda nacional, incluso en los ingresos a las tribunas.
A cada equipo le correspondía una letra y cada número representaba la cantidad de goles señalados por esa escuadra. El recurso implementado por los editores era variar los códigos al fin de cada jornada para que no fuese posible utilizar ediciones anteriores para conocer los scores de cada fecha.
La edición mantuvo un alto nivel de popularidad durante más de treinta años; justamente durante la apodada “época de oro” del fútbol argentino. Luego, sobre el fin de la quinta década del siglo XX, el fútbol invadió las radios y la popularísima portátil a transistores Spica llegó a las tribunas y, poco a poco, relegó la magia del tablero y a su abnegado operador a una función poco menos que decorativa.
Sin embargo, la revista continuó con su edición de modo regular hasta septiembre de 1968, y conoció su tarde más gloriosa el domingo 3 de mayo de 1964 cuando un desacuerdo económico entre la A.F.A. y las emisoras radiales dejó al país sin los relatos de José María Muñoz y del aún presente periodista uruguayo Joaquín Carballo Fioravanti Serantes. Esa tarde, por primera y única vez, Alumni agotó su tirada de 135.000 ejemplares, más del doble de lo habitual.
Junto a las claves para descifrar los resultados y demás alternativas de los encuentros de la semana, la revista publicaba estadísticas acerca del fútbol, algunas líneas de boxeo e incluso publicidades de los espectáculos teatrales que eran transmitidos en directo por las radios Stentor, Cultura y Argentina.
“En cada fecha yo me enteraba de la letra de Boca o del equipo que estuviera peleando el campeonato con nosotros y cuando la pelota estaba lejos trataba de pispear como iban”, admitió a fin de la década de 1990 el ex arquero de River Plate Amadeo Carrizo. En el estadio Monumental, la grilla estaba ubicada detrás del arco que da la espalda al Río de la Plata, cuando el recinto aún tenía estructura de herradura.
“Eso sí, podía verlo sólo cuando atajaba de ese lado. Desde el otro arco era más difícil verlo, había que tener muy buena vista. Pero de lo que más me acuerdo es de los canillitas gritando ‘¡Alumni con la clave, Alumni con la clave!‘. Era un clásico.”, agregó luego el guardameta multicampeón con River.
Claro que la velocidad y la fluidez de las comunicaciones no eran ciertamente las de la fibra óptica. Desde la redacción de la publicación, en Avenida de Mayo, se establecía a través del rudo teléfono a magneto una comunicación a cada cancha cada diez o quince minutos, en la que un informante daba cuenta de lo que los tableristas -paso mediante por la interlocutora- debían marcar en las grillas luego de trepar por la parte posterior del armazón.
LA ÚLTIMA AVENTURA DE TEX EN EL RAYO ROJO
Corre el año 1962, Nº 671 de la revista (29 de septiembre 1962) y el último cuadrito de nuestro querido Colt Miller que no era otro que Tex Willer. Corresponde a la aventura titulada (en Argentina) LUCHA EN EL RÍO
corresponde a la serie italiana Río Bravo y la aventura es la que más comúnmente se conoce como INCENDIO ALLO STAR-O
Serie Rio Bravo: Sangue sui pascoli 11 Sangue sui pascoli Gian Luigi Bonelli Gian Luigi Bonelli Galep / Francesco Gamba dall'11 settembre 1959
al 16 ottobre 1959 12 Filo spinato! Gian Luigi Bonelli Gian Luigi Bonelli Galep / Francesco Gamba 13 Tex fa uno scherzo Gian Luigi Bonelli Gian Luigi Bonelli Galep / Francesco Gamba 14 Scontro sul fiume Gian Luigi Bonelli Gian Luigi Bonelli Galep / Francesco Gamba 15 Incendio allo "Star-O" Gian Luigi Bonelli Gian Luigi Bonelli Galep / Francesco Gamba 16 Tex fa un affare
Más información sobre Tex :
http://www.pierograglia.eu/old/index2.html
http://www.tinosimonetti.it/7.htm
DIBUJANTES ITALIANOS EN ARGENTINA
BRUNO PREMIANI
En 1931, el eximio dibujante italiano Bruno Premiani (1907-1984) empieza una larga y prestigiosa trayectoria con "Visto y Oído", una página semanal sobre temas de actualidad".
Tres años después lo conoce León Poch, quien escribe: "A Bruno Premiani, nacido en Trieste en la primera década del siglo XX lo conocí en el diario Crítica en el año 1934, donde formábamos parte del equipo de dibujantes y ligados por una amistad que duró hasta el fin de sus días. Además de ser un extraordinario dibujante, era un hombre de una sólida cultura y saber, imbuido de los valores del arte renacentista y de las grandes ideas humanistas y morales. Entre sus historietas de ‘Vidas Célebres’ y ‘Grandes Obras Literarias’
La historieta Venado, el detective indio, se desarrollaba en un medio natural, pero en tiempo moderno; y Premiani se lucía dibujando animales y movimientos dinámicos. También se publicó originalmente en EE UU.
Unas paginas de Hacha Brava (Tomahawk, originalmente). Premiani fue el mejor ilustrador de esta historieta, que en su momento fue muy popular en nuestro país; aquí se publicó en La Revista del Superhombre, en los años '50.
http://chiquirritipis.blogspot.com/search/label/PREMIANI%20-Bruno
http://lambiek.net/artists/p/premiani_bruno.htm
http://www.fortunecity.com/tattooine/asimov/20/abroad10.html
http://sonadoresrealistas.ning.com/profiles/blogs/bruno-premiani-el-ilustrador
http://www.patoruzitomania.com.ar/patoruzito.htm
http://www.monografias.com/trabajos14/inmgplastica/inmgplastica.shtml
DIBUJANTES ITALIANOS EN ARGENTINA RAYO ROJO y MISTERIX
Por : Juan Sasturain Página/12 - Buenos Aires, 24/11/2008
http://www.latinoamerica-online.it/temi7/arte1-08.html
Misterix – Editorial Abril
En estas semanas se cumplieron sesenta años de la aparición de una de las revistas más importantes y uno de los nombres/marcas más sugestivos de la historia de la historieta argentina: Misterix. Y lo recordamos más, acaso, porque es algo que tiene que ver con nuestra propia historia de lectores infantiles primero, de maduros escritores después. Hay una pila atómica (la del "hombre de acero") que mantiene la energía intacta de nuestra memoria afectiva.
Fue en el primer tercio de la década del cuarenta, en plena Segunda Guerra Mundial, cuando se instaló en la Argentina Editorial Abril. Su fundador fue Cesare Civita, un emigrado judeo italiano que llegó a Buenos Aires -vía Nueva York- escapando del fascismo. Hombre con gran experiencia en la industria editorial de su país, obtuvo la representación de Walt Disney, empezó a explotar sus personajes y a publicar literatura infantil. Terminada la contienda universal, se volcó al mercado de las revistas de historietas. Así nacieron, sucesivamente, las exitosas Salgari, Cinemisterio, Misterix y Rayo Rojo. Para proveerlas, Civita fundó el sindicato Sudameris -a la manera norteamericana-, tradujo gran parte de la producción de los jóvenes creadores italianos de posguerra e invitó a algunos de ellos a trabajar en la Argentina. Así llegaron a Buenos Aires, en 1950, los dibujantes Mauro Faustinelli, Hugo Pratt e Ivo Pavone (que en estos días, casualmente estará de visita tras muchos años en la Argentina), y el guionista Alberto Ongaro. Otros, como Dino Battaglia y Paul Campani -que también publicaban en las revistas de Civita-, nunca viajaron. El cruce de estos autores con algunos de los por entonces noveles creadores argentinos -el guionista Oesterheld, los jovencísimos dibujantes Solano López, Zoppi, Vogt y Carlos Cruz- fue muy productivo.
Los semanarios de historietas de Abril -sobre todo Misterix, que apareció en septiembre de 1948, y la pequeñísima Rayo Rojo- fueron, durante la primera mitad de la década del cincuenta, el espacio gráfico en que se expresó la aventura moderna, con temas contemporáneos, de clara influencia norteamericana pero con rasgos propios. Se seguía con el concepto de "continuará", pero el relato gráfico soslayaba la pesadez del folletín tradicional y los guiones apuntaban a un lector más maduro y exigente. En la revista y en el personaje insignia de Abril, Misterix, lo primero que seducía era el nombre. Sólo con el tiempo descubrimos que se trataba de la versión fonética de "Mister X". Los chicos de aquellos años cincuenta no sabían (sabíamos) inglés. La revista era apaisada y tenía la particularidad de que las historietas comenzaban directamente en la tapa, donde estaban los únicos y habitualmente desfasados colores. No siempre con la misma: a veces era Misterix, de Campani y Ongaro, a veces El Sargento Kirk, de Pratt y Oesterheld; a veces Bull Rockett, de Campani y Oesterheld, y también -pero menos- Fuerte Argentino, de Ciocca y Julio Almada. Con el tiempo, al retirarse Campani, Eugenio Zoppi pasó a dibujar Misterix y Solano López se hizo cargo de Bull Rockett.
Tanto el personaje de Misterix, como el efímero Asso di Picche de Battaglia-Pratt -rebautizado As de Espadas en la Argentina- habían nacido en Italia y eran versiones más o menos logradas del modelo de superhéroe yanqui. Los jóvenes autores italianos que habían sufrido la censura de la producción norteamericana en sus revistas durante el fascismo volvieron a esos temas y personajes en cuanto pudieron. La influencia de Caniff, de Eisner, de los héroes de Lee Falk -The Phantom, Mandrake- es evidente. De esos héroes, Misterix fue, a la larga, si no el mejor, el único que sobrevivió, aunque con muchas transformaciones. El personaje, de origen más o menos gótico y sombrío en los inicios en la revista Salgari, derivó a aristócrata inglés colaborador habitual de Scotland Yard. Lo fundamental siguió siendo la apariencia imponente y el rasgo de modernidad tecnológica: el traje hermético e incombustible y la pila atómica que emitía rayos multiuso operada desde el centro de su cinturón. El dibujo de Zoppi tuvo la rigidez y eficaz simplicidad de las historias.
Bull Rockett, primer personaje importante de Oesterheld, fue construido por encargo y para competir con héroes aviadores de posguerra como el Steve Canyon, de Caniff, y el Johnny Hazard de Frank Robbins. Tenía la cara de Burt Lancaster -entonces de moda- y fue pronto mucho más que el original piloto de pruebas del encargo para convertirse en científico atómico, hombre de acción y eje de un grupo aventurero heterogéneo -Bull, Bob y Pic- que sería después la marca de fábrica del guionista. Precisamente, en El Sargento Kirk, ya con Hugo Pratt en su primer gran trabajo de aliento, un Oesterheld aún literario en demasía desarrollaría con plenitud su concepto de la Aventura (así, con mayúscula) como desafío interior, existencial, y no mera peripecia, y la idea del Héroe colectivo, una constante en su trabajo posterior. En Rayo Rojo, simultáneamente, mientras se instalaba como un clásico perdurable el anónimo Colt Miller -que no era otro que el Tex Willer del italiano Sergio Bonelli, que aún hoy sigue...- nacían personajes perdurables como El Indio Suárez, de Oesterheld-Fleixas (luego Cruz), historia de un boxeador criollo que accede a pelear por el título del mundo, deviene manager y se mueve habitualmente en ese submundo; y el elegante detective Mark Cabott, de Ongaro y el jovencísimo Carlos Vogt.
La modernidad que les daban a sus historias los dibujos de Pratt, Solano López y el resto -vigorosos, cinematográficos- y los originales guiones de Oesterheld y Ongaro hicieron que Misterix y Rayo Rojo fueran líderes, en un mercado en que las revistas de historietas semanales se contaban por docenas y los ejemplares vendidos en cientos de miles. Esos "años de Misterix", primera mitad de los cincuenta, fueron parte del epicentro de la Epoca de Oro de la historieta de aventuras argentina, un período que se extiende desde la aparición de Patoruzito, en 1945, a la desaparición definitiva de esta misma reciclada y ya desfasada Misterix hacia 1964. Tal vez me acuerdo de todo esto porque charlé en estos días con Solano López, que acaba de cumplir ochenta años y sigue laburando como si nada, como si todo. Glorioso sobreviviente de una revista y de una época especiales: ni antes ni después hubo semejante conjunción y proliferación de medios, creadores y público.
http://www.tebeosfera.com/1/Seccion/RRP/01/Tarquinio.htm
http://www.tebeosfera.com/1/Obra/Tebeo/Abril/Cinemisterio/revista.htm
http://www.tebeosfera.com/1/Obra/Tebeo/Abril/Salgari.htm
HUGO PRATT
http://www.drivemagazine.net/america.html
http://chiquirritipis.blogspot.com/2008/12/el-sargento-kirk-de-pratt-y-oesterheld_06.html
http://chiquirritipis.blogspot.com/2008/12/el-sargento-kirk-de-pratt-y-oesterheld.html
http://chiquirritipis.blogspot.com/2010/09/hugo-pratt-antes-de-frontera-1950-y.html
http://texwiller.blog.com/2009/07/26/tex-argentino-rayo-rojo-1/
EN ARGENTINA
Tex Willer apareció en Argentina con el nombre de Colt Miller en el Semanario de Rayo Rojo, el 10 de octubre de 1949. Allí quedó hasta el Nº 671 del 29 septiembre de 1962. El éxito resultó poco menos que extraordinario, gracias la pluma de Gianni Bonelli y los dibujos de Aurelio Gallepini. Por aquellos años, finales década del '50, la revista se vendía de los kioscos argentinos por miles, compitiendo directamente con otras publicaciones de mayor formato, tales como Patoruzito y la hermana mayor de Rayo Rojo, la inolvidable Misterix. La presentación de Rayo Rojo permitía publicar, por su tamaño, una sola tira, es decir, la humildad de su material se compensaba con los trabajos de sus autores (Carlos Roume, Paul Campani, entre otros). Colt Miller era la punta de diamante que hacia posible las grandes tiradas.